viernes, abril 14, 2006

Aviso

Por el momento y hasta nuevo aviso, este blog ve suspendidas sus actividades.....
Hasta que termine ensayos y finales...

lunes, abril 10, 2006

Crónicas Parisinas!!

Llegamos en el tren. Habíamos recorrido los 25 minutos que separan Saint-Cyr de París y yo sentía que no podía esperar más. Había esperado poco más de diez años desde la primera vez que sentí algún tipo de fascinación por esa ciudad. Tenía 15 años cuando entré a estudiar francés, porque sabía que quería ir a conocer París en algún momento de mi vida. La fascinación irracional fue evolucionando conforme la historia se convertía en uno de mis temas favoritos... y París adquiría sentidos distintos con la Ilustración, la Revolución Francesa, las mil y un batallas de Napoleón y todos los cuentos que siempre rodean a la historia oficial. Un monumento en particular había llamado poderosamente mi atención, sobre todo durante los varios muchos años que estuve estudiando el idioma: la torre Eiffel, con sus pocos más de 300 m de altura y sus cien años de vida...su arquitectura tan poco tradicional, su punta de antena y su restaurante en el segundo piso. No sé cuantas veces me había imaginado abajo de la torre, mirando su centro hacia arriba...

Y finalmente, después de haberme generado varias ideas en mi imaginario personal sobre este lugar, ahí estaba... saliendo del tren, de la mano del Gallo, caminando por las callecitas parisinas. Cuando la descubrimos no pude reprimir un brinco de emoción. Salió al paso así, inesperada, aún cuando habíamos escogido bajarnos en esa estación para empezar el recorrido justamente por ahí. Se escondía entre un par de edificios, imponente y hermosa... y curiosamente tan conocida. Me sentía estar una vez más, en una de esas divagaciones que me habían llevado ahí en mi mente. Pero esta vez no. Esta vez estabamos ahí, los dos.... de la mano y no podía contener la sonrisa, la prisa por subir y a la vez, la paciencia para admirarla desde todos sus ángulos. Sentía el nudo en la garganta de la emoción. Uno de esos nudos que no se deshacen, pero que bien se sienten.

Después de la impresión inicial, fuimos a formarnos. Ahí estábamos, esperando para subir al punto más alto de la Torre Eiffel. Todo el motivo del viaje era festejar mi cumpleaños, así que con una sonrisa de esas que uno no puede esconder, ni reprimir, le dije al Gallo... "esto ya no puede ser mejor... " pero no sabía lo que decía.

Sé que perdí la noción del tiempo, mientras hacíamos fila para subir. El elevador --que ni loca hubiera subido caminando, ahí sí que hubiera dejado el alma-- nos llevó al segundo piso. Ahí el aire hacía sentír un frío colador de esos que los mexicanos no estamos acostumbrados a sentir en abril...La vista de París era increíble. Veíamos perfectamente los jardines de la Escuela Militar, los Inválidos se veían un poco más atrás y se distinguía la explanada y el edificio del Louvre. El Arco del Triunfo fue otro que al descubrir ahí, pequeñito en la distancia, tuve que regalarle otro brinquito de emoción. Y mientras esperabamos para subir al tercer piso, nos entretuvimos con las fotos y las charlas de los que igual que nosotros, hacían fila. Todas las nacionalidades, todos los idiomas, en una fila de no más de 50 personas, tal vez un poco más. Parte del encanto, supongo.


Y ahí vamos... tercer piso. París aún más imponente. Tomo una foto y Gallo me pide la cámara.
-- ¿Qué vas a tomar, amor?
--Espérame tantito... es que quiero tomar una foto
--¿De qué?
--De tu cara... cuando te pregunte... si te quieres casar conmigo!!

*Sale cajita azul de la mano del Gallo*

No sabía ni qué hacer con la cajita... sentía que el nudo en la garganta que se me había formado al ver la torre, estaba estallando sin poderlo contener... me escondí en un abrazo de emoción, felicidad, incredulidad. Me quedé sin habla. Cuando retomé el control lo miré a los ojos y le dije lo que siento de manera ya inevitable... SI, SI QUIERO... con los ojos algo húmedos, con las rodillas temblando de emoción.... sólo atiné a decir lo que siento y lo que vivo a cada minuto que pasa en esta relación, que cada vez me hace más feliz.

Bajamos de la torre y confieso que seguía en shock. Tal vez fue la altura lo que hizo que me diera vueltas la cabeza... pero cuando tocamos el suelo no podía dejar de brincar. De emoción, de contento... de todo junto. De lo increíble que se acababa de convertir mi cumple. Fue el sello que marcó este viaje, por demás hermoso.... el ver su cara de emoción contenida al darme la cajita, el sentir como se pueden hacer compatibles dos caminos que en un inicio, parecían tan distintos y tan distantes. El saber que es real, que la relación que tenemos nos ha llevado hoy a saber que queremos estar juntos y nada más. Y aún cuando todo eso ya lo sabíamos, cuando ya lo habíamos hablado y habíamos puesto fecha... aún cuando ya habíamos dejado correr la noticia... y habíamos decidido no clavarnos en los símbolos sino en lo sólido de lo que sentimos... ha sido el símbolo más lleno de significado.

El resto de París, sin duda fue hermoso. Caminar hacia los Inválidos, descubrir una estrellita de flores hecha en memoria del autor del Principito...encontrarnos riéndo en la Plaza de la Concordia para luego caminar por toooodas las Tullerías (si si, es un jardín enorme!!) y encontrarnos con la increíble estructura del Louvre...perdernos un rato adentro de Notre Dame para que al llegar al Hotel de la Villa, saliera a saludarnos el McDonalds y el buen Starbucks-- que ya hacía un hambreeee impresionante!!!

Recorríamos, platicando, comentando y ríendonos... sobre lo que conocíamos, lo que habíamos leído o lo que habíamos escuchado sobre los diferentes lugares parisinos que visitábamos. Como no es época de turismo excesivo, todo nos tocó bastante tranquilo. Y el Sena se convirtió en un punto de referencia, así como la torre, en punto de guía. Fue sólo un día, que culminó en el Arco del Triunfo y la promesa de regresar para entrar a cada uno de los museos que sólo vimos por fuera (a falta de tiempo), empezando por todos los días que el Louvre se merezca. Versalles se quedó con nuestro domingo, pero esa, es otra historia. Sophie y Paolo, junto con su chiquita Berenice, nos recibieron en su casa de la mejor manera posible, haciendo del viaje, algo todavía más placentero y ameno. Fue sólo un fin de semana. El fin de semana en que he cumplido 27 años. Un fin de semana que ha quedado grabado en mis memorias, de manera indeleble. Un fin de semana que sin duda, marca uno de los mejores cumpleaños de mi vida.