Siento, luego existo...
Es una sensación que de pronto te deja sin ánimo de moverte. No, no es depresión, me digo al levantarme. No hay razones para que así fuera. Repaso mentalmente lo que tengo pendiente y no me emociona, me siento incapaz de hacerlo. Lo pienso de nuevo y me parece que exagero; no acabo de entender porqué mi mente se empeña en jugar conmigo tan temprano. ¡Qué obstinación! Me obligo a pensar en los montones de cosas que me hacen sonreir y consigo esbozar un intento de lo que debió ser un brinco de alegría. Finalmente sirve para levantarme, echar a andar el día y ponerme las pilas. Pero me sigo sintiendo chafa.
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Algo no me funciona bien, ¿me estaré descomponiendo? No, no estoy hormonalmente sensible. Tampoco he tenido problemas con nadie últimamente; todo ha estado excepcionalmente tranquilo, a decir verdad. Sin embargo, no puedo evitar sentir que algo me falta, que no estoy rindiendo de manera que me sienta satisfecha conmigo misma, que estoy actuando sin pasión.
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El sentimiento me sigue rondando mientras manejo hasta la oficina. Subo el volumen del radio para escuchar las noticias encima de mis pensamientos. Estoy especialmente sensible a todo, cualquier detalle lindo me pone el ojo remi, cualquier tontería me molesta, me siento de mal humor y no encuentro la razón... de repente siento que sería mejor regresarme a mi casa y esconderme entre las cobijas de mi cama que mágicamente me harían invisible al resto del mundo. No, no. Tranquila. Respiro lentamente y regreso a la realidad. Aunque me gustaría quedarme en la realidad alternativa, no es momento para dejarme arrastrar por un sentimiento que no alcanzo a entender. Sonrío sin ganas, hasta que la sonrisa se vuelve natural. Si, hay muchas cosas para sonreír en mi vida, y la verdad este espacio está compuesto por figuras con las que no quiero compartir lo que me está dando vueltas constantemente.
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Intento concentrarme en los pendientes laborales, pero de nuevo ahí está ese maldito gusanito gritándome silenciosamente que no lo estoy haciendo bien. Tengo días sintiendo que algo está mal y no logro adivinar que es lo que me pasa. Me molesta sinceramente esta sensación de desear que acabe el día lo más pronto posible... yo solía disfrutar mis horas, mi trabajo, mis proyectos!! Y lo único escaso sigue siendo el tiempo. Fernando Delgadillo en el random de la música de la computadora, me susurra lo que tal vez no quiero escuchar: "cómo tengo miedo de perder mis pasos y de extraviar en algún lado mis promesas y mis sueños...¿cuál será el mejor camino?"
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La única conclusión que tengo hasta ahora es que estoy chafa. La idea de transición me emociona, la perspectiva de vivir un año en Londres para hacer mi maestría generalmente me provoca ilusión y ánimo... pero también está llenando de incertidumbre mis días. Ya no quiero esta oficina y extraño la pasión de trabajar en lo que creo, aunque pague menos. Ya no quiero la rutina que me asfixia en días como hoy, en que me cuesta trabajo recordar lo que me mantiene aquí. Al menos confirmo que esto no es lo que quiero hacer toda mi vida. Y si, confirmo también que he aprendido mucho, a pesar de todo. Será que se aprende más cuando menos se espera. Pero me sigo sintiendo chafa. Un abrazo sincero al menos aliviaría el nudo que siento en la garganta por todos y por ningún motivo. Si, pero no aquí, me niego a que me vean vulnerable, débil y sin respuestas... por lo menos no en este espacio. Finalmente, todo pasa por alguna razón, seguro que mañana seré la misma de siempre, sólo que con una que otra idea nueva y renovadas energías.
1 Comments:
Hay una cámara oculta en nuestro cuerpo, a la cual podemos recurrir cuando en el exterior las cosas parecen no funcionar. Algunos dicen que es el lugar apropiado para la reflexión, yo creo que también sirve para volver a contactarnos con nosotros mismos, en nuestra esencia más pura. Ese lugar pequeño, del que todos hablamos, pero rara vez reposamos en él, es el corazón.
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