miércoles, junio 29, 2005

Dejar de mirar

Puedo decir que no noté cuando sucedió. De repente, entre el tumulto y esas escaleras eléctricas que parecía que se hacían más lentas bajo el peso de la gente, me descubrí a mi misma revisando, re-conociendo el entorno. Me sorprendió la facilidad con que en algún momento dejé de mirar. Y en ese entonces olvidé fijarme en las parejas que van por las calles. Y omití voltear a ver al señor acostado en el suelo. Y dejé de mirar a los niños que corren en las escaleras del metro, a la señora que vende chicles o al tipo que vende periódicos por secciones. Se hicieron invisibles las multitudes. Pasé de largo sin observar la vida a mi alrededor, demasiado ocupada en mi propio andar. Dejé de percibir el olor del gentío apretujado en el transporte público. Dejé de sentirme parte de la gente. Todo se hizo parte del paisaje y dejé de mirar. Fui construyendo un mundo a mi medida y a mi gusto y hoy descubrí que fui dejando afuera muchas cosas. Esa sensación de sentirme uno más enmedio del infinito y quitarme cualquier sentimiento especial. Ese dejar volar la mente mientras imagino lo que podría haber en la cada uno de los mundos que se construyen en las millones de cabezas. La velocidad con que se aleja de la tierra mi pensamiento cuando no tengo que concentrarme en lo que hace el conductor de adelante....
*
Lo que empezó como una necesidad de desplazarme literalmente a lo largo de casi toda la ciudad cuando mi coche sufrió alguna rara epidemia, se convirtió hoy en un reencuentro con la seguridad que me regala esa sensación de saber que puedo deshacerme de una que otra parte de la infraestructura que me he construido. Claro que no es mi forma favorita de pasar el tiempo, pero sin duda observar detenidamente gracias al tiempo de espera obligado en el metro, me hizo pensar en como las infrastructuras pueden ser tan artificiales... tanto que dejo de mirar, de manera igualmente artificial, la realidad en la que vivo.