Hasta la madre

Hay días en que uno no está para aguantar muchas cosas. La paciencia es una virtud de los elegidos. Hay maneras, hay voces, hay tratos que son difíciles de sobrellevar. Todos tenemos límites. Todos tenemos momentos de sensibilidad que debieran ser respetados por nuestros semejantes cuando nos ven al borde de un ataque de nervios, de ansiedad, de soledad, de estress, o similares. Existen personas que se aprovechan de aquellos que no gustan de la confrontación directa, o que prefieren la solución pacífica de controversias. Los hay que prefieren escabullirse, endulzar el oído de los que tienen un ego grande y disfrazar sus carencias con halagos. La paz, la sana convivencia, la armonía en el lugar de trabajo, no siempre son atractivos para los abusadores. Si en alguna ocasión funciona la estrategia de abuso silencioso a los que tienen cerca, la aplican una y otra vez. Hasta que un día alguien se cansa de ellos. Ya sea porque pasaron límites o porque chocan ideas, un día se terminan las cortesías y las consideraciones. Al infinito y más allá, el que la hace la paga y con creces. Se piensa mejor con la cabeza fría y un buen día alguien idea algo para detener las estupideces. Azu respirando. Uno. Dos. Tres. Todo tiene un límite y el mío acaba de ser rebasado. No es la primera vez y estoy segura de que encontraré la forma de que haya sido la última.