Reflexiones al vacío

Si. Uno necesita en definitiva, un día de no hacer nada. Relajarse. Cerrar oídos a palabras necias. Enciendo la música. Cierro los ojos. No quiero ver a nadie, ni escuchar a nadie, quiero estar sola. A veces hace tanto bien la soledad. Es una cuestión meramente de espacios. De generar una dinámica conmigo misma y tratar de entenderme mejor. Saber que la inercia todavía no me toma como rehén. Reencontrar ese mundo en el que habito y que rara vez comparto, esa realidad alternativa que existe sólo en los vaivenes de mi mente. Sentir sólo la voz atrapada en la cabeza y que no sale. El silencio que te rodea y te regresa a donde perteneces, justo en ese momento en que necesitas tomar decisiones importantes. Hacerme conciente de mi propia evolución. Y me dejo llevar. Me resulta fascinante el poder del silencio cuando se combina con la soledad. Un domingo así cada vez que aumenta la temperatura y me vuelvo más visceral, me regresa a mi misma. Mirarme al espejo y saber si la imagen que me regresa es la que quiero. Un domingo así me lo debo recetar cuando la brújula se me descompone y por más que la golpeo contra la pared parece no reaccionar. Unas cuantas anotaciones por aquí, otras tantas por allá, para dejarme testimonio, para no olvidarme, para redescubrir la magia que mueve y motiva y las trabas que se han acomodado en el camino que me tiene aquí. Respiro. En la soledad, es perceptible como entra y sale el aire de mi cuerpo. La vida que inunda el momento en que la noto. Sonrío. De vez en cuando, esta soledad reafirma y convence. Delinea senderos. O los rectifica. Hoy el balance es positivo. Life's great.